divendres, de juny 10, 2005

La vida no és només ji ji, ja ja/ La vida no solo es ji ji, ja ja

Parafrasejant el títol del llibre de Meera Syal, m’endinso en les profunditats de la meva esperança, que a hores d’ara s’assembla a un pou sense fi, perquè com diu la dita popular, és allò que mai es perd. Optimista, oi? Bé, m’alegro de ser-ho. De fet, tret d’alguns dies en què la desil·lusió se m’abraona i em sento com l’home cuc que protagonitza les cançons del mític Antichrist Superstar, em considero, malgrat el que digui mon pare, una persona optimista, ja ho vaig dir un altre dia.

Des que el 26 de juny em van donar les claus del pis, part de la meva existència ha girat al voltant d’aquest fet que aleshores em semblava natural i ara comença a enfangar-me. Les despeses són el fang pastós en el qual s’encallen els meus desitjos. M’explico. Tinc les llums del pis – quina clavada! -, una taula de terrassa que em porten avui – i som-hi! -, encara ha de venir el pintor, el de l’aire condicionat – en voleu més? -, el 29 d’aquest més em porten l’habitació i el menjador – encara em faltarà el rebedor, què us sembla? –, avui em compraré els accessoris de lavabo que he vist – més despeses! -, i tot això encara no sé com ho acabaré de pagar – bé, sí que ho sé, però no m’ho imagino -. En fi, a finals de mes començo a pagar el televisor – buff, no sé si les pagues extres, donen per tant! - . No em puc queixar, sóc feliç, a pesar de tot aquest afany – o és obligatorietat? – de consumisme. Per què ja tinc ganes de poder estrenar el meu nou pis, i gaudir d’Star Wars en el meu home cinema, i que l’any que ve estigui feta la piscina – quin gaudi, el bany que prendré al sortir de la feina! -, i tantes i tantes coses que, la veritat, em sento com un nen amb unes sabates noves. No, no diré amb una joguina, perquè ja se sap que la majoria de vegades al cap d’uns mesos la joguina acaba arraconada al racó més oblidat del pis, dalt d’un altell o en un armari polsegós, sense que el nen se’l miri ni una sola vegada.

I no sé si em deixo alguna cosa. si no, ja se m’acudirà en un altre moment.

Ah, sí, un record per les meves amistats llunyanes, sobretot per a tu, Ana, t’enyoro i et trobo a faltar, encara que sé que ets allí i això em reconforta. Gràcies, i també a la Mabel i a la Mónica, un petó públic, que sempre va bé.

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Parafraseando el título del libro de Meera Syal, me adentro en las profundidades de mi esperanza, que a estas alturas parece un pozo sin fondo, por que, como dice el dicho popular, es aquello que nunca se pierde. Optimista, ¿verdad? Bien, me alegro de serlo. De hecho, salvo algunos días en los que la desilusión se abalanza sobre mí y me siento como el hombre gusano que protagoniza las canciones del mítico Antichrist Superstar, me considero, a pesar de lo que diga mi padre, una persona optimista, ya lo dije otro día.

Desde que el 26 de junio me dieron las llaves del piso, parte de mi existencia ha girado en torno de este hecho, que entonces me parecía natural y ahora empieza a enlodarme. Los gastos son el lodo pastoso en el que se encallan mis deseos. Me explico. Tengo las luces del piso – ¡qué clavada! -, una mesa de terraza que me traen hoy – ¡y venga! -, aún tiene que venir el pintor, el del aire acondicionado – ¿queréis más? -, el 29 de este mes me traen la habitación y el comedor – aún me faltará el recibidor, ¿qué os parece? –, hoy me compraré los accesorios de lavabo que he visto – ¡más gastos! -, y todo eso no sé todavía cómo lo pagaré – bueno, sí que lo sé, pero no me lo imagino -. En fin, a finales de mes empiezo a pagar la tele – ¡buff, no sé si las pagas extras, dan para tanto! -. No me puedo quejar, soy feliz, a pesar de todo este afán – ¿o es obligatoriedad? – de consumismo. Por que ya tengo ganas de poder estrenar mi nuevo piso, y gozar de Star Wars en mi home cinema, y que el año que viene esté terminada la piscina – ¡qué gozada, el baño que tomaré al salir del trabajo! -, y tantas y tantas cosas que, la vedad, me siento como un niño con zapatos nuevos. No, no diré con juguete, por que ya se sabe que la mayoría de las veces al cabo de unos meses el juguete termina arrinconado en el rincón más olvidado del piso, en un altillo o en un armario polvoriento, sin que el niño se lo mire ni una sola vez.

I no sé si me dejo alguna cosa. Si no, ya se me ocurrirá en un otro momento.

Ah, sí, un recuerdo para mis amistades lejanas, sobretodo para ti, Ana, te añoro y te hecho de menos, aunque sé que estás ahí y eso me reconforta. Gracias, y también a Mabel y a Mónica, un beso público, que siempre viene bien.

4 comentaris:

  1. Uy uy quye descaradoooo. Como que besos públicos???? si en el cine de hace no tiene ni 50 años todo eso se sensuraba!!!!

    Cariño. Me hace muchisima ilusión tu piso. Ni siquiera lo conozco pero describes cada paso que das con tanta... tanta... jo, no se. Tengo que conocerlo. Y una vez mas felicidades.

    Los gastos? ni pienses en ellos. Ya lo dicen... al menos lo decía mi abuela: Dios proveerá. Ea! que vaya haciendolo que será necesario no? pero por lo pronto lo gastado gastado esta y después te alegrarás de ello.

    Un besote bien grandote. Esta noche iré al gotio y pueque al apolo tambien. Tu te unirás al plan?
    besos chico
    te echo en falta

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  2. Gracias por la mención especial...Claro q estoy por aqui, como siempre, aunque haya muchos kilometros en medio.
    Q ganas de conocer tu nueva casita, q la estamos viendo "hacer" poco a poco

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  3. Where did you find it? Interesting read » »

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